martes, 13 de diciembre de 2011

¿Pero de qué vas?


Una entrevista que no tiene desperdicio. Y que el prenda éste se permita decir tales sandeces... Con gente así, no es de extrañar que Andalucía siga, a día de hoy, tan estigmatizada como lo ha estado siempre. Lo que tiene más gracia es que semejantes perlas salgan de la boca de un pavo que no ha dado palo al agua y que no tiene ni idea de lo que está hablando.

Y para muestra un botón: "Cuando ves que la gente joven no tiene el menor ánimo de progresar, eso es grave. Eso sólo pasa en Andalucía. Sinceramente. Eso en el norte de España no pasa, en el centro tampoco, ni tan siquiera en Extremadura". Y ésta también me gusta mucho: “A nadie le regalan nada (…) Nosotros nunca hemos sido ricos, así que nunca nos hemos arruinado".

En fin, indignante y lastimoso.


sábado, 3 de diciembre de 2011

Contra la amnesia y otros males


Para aquellos de nosotros que vivimos los años de la Gran Depresión, todavía resulta incomprensible que la ortodoxia del mercado libre, tan patentemente desacreditada entonces, haya podido presidir nuevamente un período general de depresión a finales de los ochenta y principios de los noventa, en el que se ha demostrado igualmente incapaz de aportar soluciones. Este extraño fenómeno debe servir para recordarnos el gran hecho histórico que ilustra: la increíble falta de memoria de los teóricos y prácticos de la economía. Es también una clara ilustración de la necesidad que la sociedad tiene de los historiadores, que son los “recordadores” profesionales de lo que sus ciudadanos desean olvidar.


E. Hobsbawm. Historia del siglo XX.

domingo, 5 de junio de 2011

Women in Art

        La evolución del retrato femenino a lo largo de la Historia del Arte.


miércoles, 1 de junio de 2011

Crisis is coming

         España está de resaca tras el “boom” inmobiliario. La sombra de la crisis se cierne sobre el país. Una visión satírica de lo que está pasando, con mucho humor y altas dosis de ironía. Espero que os guste.


miércoles, 23 de marzo de 2011

En la boca del lobo

         Que las nuevas tecnologías forman parte de nuestra vida es algo indiscutible. Que han transformado nuestra forma de percibir el mundo y relacionarnos con él, también. Que tienen una importante influencia en el modo de aprender de las nuevas generaciones es algo innegable, pero, ¿estamos preparados para hacer frente al reto que se nos plantea como futuros docentes? Responder a esta pregunta es difícil y requiere un análisis previo de la situación de profesores y alumnos.

         Los problemas de fondo de la enseñanza en nuestro país son demasiado complejos como para pretender solucionarlos por medio de pizarras electrónicas o aulas de informática. Reducir la situación a dar ordenadores a los alumnos para “motivarles” sería bastante simplista. Cambios constantes en la legislación educativa, escasa inversión económica por parte de la Administración, falta de implicación por parte de las familias, problemas de disciplina, pérdida de autoridad del docente, ausencia de interés por parte de un importante sector del alumnado, nulas expectativas laborales… Cuando son tantas las piezas del engranaje educativo que están fallando, ¿qué puede hacer el profesor?


         Muchos achacan al docente gran parte de la responsabilidad de los problemas educativos actuales. Se acusa a este colectivo de ser en extremo conservador, de estar cerrado a iniciativas innovadoras, incluso de pasotismo. No niego que existan casos así, al igual que en otras profesiones, entre los profesores hay de todo. Sin embargo, yo creo que la docencia tiene una característica que la distingue de otras muchas profesiones: la docencia es puramente vocacional. Quienes queremos ser profesores no aspiramos a un empleo especialmente bien remunerado, no buscamos un trabajo cómodo, ni reconocimiento social. Queremos ser profesores porque nos gusta tratar con los chavales, enseñar, formar a las generaciones del mañana, compartir. A un colectivo que tiene estas aspiraciones, ¿realmente se le puede recriminar que no quiera hacer todo lo que está en su mano para mejorar la situación? ¿Es eso justo? En muchas ocasiones no son ganas lo que faltan, sino apoyo. Apoyo de los padres, de las autoridades educativas, de la sociedad. ¿Quién da la cara por un profesor? No se puede empezar la casa por el tejado. Si queremos que el engranaje vuelva a funcionar, hay que revalorizar la figura del docente y dignificar su trabajo.

         Con respecto a los alumnos, el problema empieza en casa. Los padres cada vez se implican menos en la educación de sus hijos, delegan todo lo posible en el centro educativo o en el profesor, largando cuantas más responsabilidades, mejor. Sin embargo, no refuerzan la autoridad del docente y no apoyan su labor. Mientras no exista comunicación y colaboración entre familia y profesor, los problemas de disciplina y desinterés que muestra gran parte del alumnado seguirán perpetuándose.



         Y las nuevas tecnologías, ¿qué papel juegan en todo este cúmulo de problemas? Nos han hecho la vida más cómoda, a veces en exceso, y han contribuido a implantar en nuestra sociedad la “cultura de la inmediatez”. La información se percibe como algo rápido, algo que llega a la pantalla del ordenador en menos de un segundo, pero no se ve el intrincado proceso que hay detrás de la confección de esa información. En la mayor parte de los casos, uno se conforma con el primer resultado que Google le ofrece, no se contrasta, no se investiga, se copia sin leer. El trabajo ya no es trabajo, es sólo salir del paso. Esto es un lastre para el crecimiento de muchas capacidades intelectuales que, en la adolescencia, están en pleno desarrollo: comprensión lectora, capacidad de síntesis, expresión oral y escrita, sentido crítico… ¿Y el esfuerzo? Si lo que lo jóvenes ven día a día es la fugacidad del conocimiento, que les llega a sus ordenadores servido en bandeja, ¿dónde queda el trabajo personal, la fuerza de voluntad y la capacidad de sacrificio? Otro aspecto que se ve inhibido por las nuevas tecnologías es la originalidad. Los alumnos se lo encuentran todo hecho, no hay ninguna necesidad de innovar. La creatividad se atrofia.

         Aunque el mal uso de las nuevas tecnologías ha contribuido a forjar estas ideas, un uso adecuado de las mismas puede ofrecer muchas posibilidades con vistas a la educación, no sólo en los institutos, sino para cualquier ciudadano con curiosidad que, fuera de las aulas, quiera cultivarse y ampliar sus conocimientos. Internet permite el acceso a múltiples fuentes de información, permite una divulgación del saber nunca antes imaginada. Seríamos unos necios si no aprovechásemos estas oportunidades en nuestras clases y tendríamos que dar la razón a todos aquellos que nos acusan de pasotas, de no querer innovar, de no querer ser creativos. Yo no estoy dispuesta a hacerlo y acepto el desafío más difícil de toda mi vida.


lunes, 21 de marzo de 2011

Nada nuevo bajo el sol

         Me gustaría compartir con vosotros un vídeo que me encanta. Una mirada ácida a la Historia que demuestra que, desde que el hombre es hombre y el mundo es mundo, la Humanidad no ha dejado de inventar pretextos para enzarzarse en guerras absurdas. Espero que os guste tanto como a mí…


viernes, 18 de marzo de 2011

La fragua

          Normalmente, soy bastante crítica en lo que al uso de las nuevas tecnologías se refiere. Pero en la entrada de hoy voy a alejarme de mi línea habitual para rendirme ante la evidencia. Sí. Así sí. Definitivamente sí. Si las nuevas tecnologías se utilizan para favorecer la difusión de la cultura, para preservar el patrimonio y acercarlo a los ciudadanos, inevitablemente, tengo que declararme su más ferviente seguidora. Bases de datos, artículos científicos, fondos de bibliotecas y archivos... todo está en la red. Podemos acceder a ellos con un solo clic. Podemos encontrar números de revistas, consultar documentos antiguos o, incluso, hacer una visita virtual a muchos museos. Es, simplemente, fascinante.

         Al percatarme de las innumerables posibilidades que ofrecen estas herramientas, no puedo evitar acordarme de generaciones anteriores que, por desgracia, no tuvieron la opción de disfrutar de estos recursos. ¿Cuánta gente habrá habido años atrás con gran valía que, por circunstancias de la vida, no pudieron explotar todas sus capacidades? Pienso en todas esas personas que no pudieron seguir sus estudios por causas económicas y familiares, o en aquellos que, habiendo tenido esa oportunidad, decidieron seguir otro camino porque no tuvieron el suficiente interés, porque nadie se preocupó de motivarles, de despertar su curiosidad, de conocer sus inquietudes, de reforzar su autoestima, de indagar en sus cualidades, de desarrollar sus capacidades… y, ante las dudas, pensaron que era más necesario buscar un trabajo en aquellos tiempos difíciles que seguir estudiando. Nosotros, las generaciones posteriores, hemos perdido la oportunidad de conocer el legado que, quizá, hubiesen podido dejarnos; pero muchos de ellos vuelven a tener ahora la oportunidad de saber lo que en su día no pudieron aprender.

         Las nuevas tecnologías juegan un papel esencial en este proceso, acercando el conocimiento a todo tipo de público por medio de múltiples herramientas. Se pueden localizar libros y artículos a través de catálogos, consultar archivos, descargar documentos, fotografías, carteles… Para esto debería servir siempre internet, para facilitar el acceso al conocimiento y su difusión, para llevar la cultura a cada pantalla de ordenador, a cada usuario, a cada mente humana, para promover el amor al patrimonio histórico, artístico y documental. Parece una utopía, pero es una realidad: puede hacerse, lo estamos viendo. Los recursos están ahí, sólo hay que saber utilizarlos, tratar de ser creativos en su aplicación, y nos prestarán un servicio incalculable. Yo me comprometo a hacerle justicia a esas fuentes de infinito valor didáctico, me comprometo a poner todo de mi parte para no lamentar en el futuro que mis alumnos acaben siendo como esas personas que, habiendo tenido la oportunidad de estudiar, decidieron seguir otro camino porque no tuvieron el suficiente interés, porque nadie se preocupó de motivarles, de despertar su curiosidad, de conocer sus inquietudes, de reforzar su autoestima, de indagar en sus cualidades, de desarrollar sus capacidades…

El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío.
Horace Mann (1796-1859)



miércoles, 16 de marzo de 2011

(AN)ALFABETIZAR

         Las profundas transformaciones que ha experimentado el mundo de la información en las últimas décadas han generado un nuevo modelo de conocimiento en la sociedad actual. Ha cambiado nuestra forma de interactuar con el mundo que nos rodea, de comunicarnos, de informarnos e, incluso, de aprender. La cantidad de información a la que podemos acceder es inabarcable y, en muchas ocasiones, carecemos de las herramientas necesarias para poder asimilarla, seleccionarla y comprenderla. ¿Somos, entonces, una suerte de analfabetos digitales? ¿Dónde estriba nuestro analfabetismo?

          Muchos han sido los aspectos que se han visto perjudicados por la generalización de las nuevas tecnologías. Uno de los campos donde se evidencia esta tendencia es el propio lenguaje. Usamos códigos cada vez más ininteligibles y, contra toda norma ortográfica o gramatical, mutilamos nuestra lengua. La comunicación cara a cara se ha perdido en muchas ocasiones, ahora no quedamos con los viejos amigos para tomar un café, ¿para qué? Ya tenemos Facebook y emoticonos en el Messenger… Es una ironía que, precisamente en la era de las comunicaciones, cada vez estamos más incomunicados. Un viaje en metro o en autobús también da buena cuenta de ello, no hay más que comprobar el silencio que los inunda, ya que todo el mundo va metido en su burbuja, con la música bien alta en su mp4.

         El propio conocimiento también se ha visto modificado por las nuevas tecnologías, y no siempre de forma positiva. El acceso y la cantidad de información que disfrutamos hoy en día gracias a internet son ilimitados, lo que constituye un arma de doble filo. Nuestro conocimiento de las cosas es inmediato, las búsquedas de información son muy rápidas, fugaces, y en muchas ocasiones tienen un fuerte contenido visual. A la larga, esto ha mermado nuestra capacidad para enfrentarnos a un texto extenso de forma reflexiva. Ahora las nuevas generaciones ven un libro gordo, un “tocho”, y se asustan, no saben por dónde cogerlo. He comprobado en las prácticas que no saben, ni siquiera, manejar un índice. Para buscar algo en el libro de texto, pasan las páginas de una en una, fijándose en las fotos más que en los títulos de los epígrafes. En estos casos, ¿las tecnologías están favoreciendo la adquisición de conocimientos? Yo creo que lo que han conseguido es “parasitar” algunas capacidades de la mente humana.



          Hace unas décadas, estar alfabetizado significaba saber leer y escribir. ¿Pero qué significa hoy en día? ¿Estamos mejor alfabetizados porque sabemos manejar un ordenador? Si no sabemos expresarnos ni hacer búsquedas de información rigurosas en la red, ¿qué clase de alfabetización tenemos? Hablamos de analfabeto o incompetente digital para referirnos a aquellas personas que tienen dificultades para utilizar con destreza las nuevas tecnologías, pero, ¿no podríamos invertir los términos? ¿No será más analfabeto aquél que, por el reiterado uso de las tecnologías, se ha convertido en una persona dependiente de ellas? ¿Y aquél que ha permitido que todas sus habilidades intelectuales descansen en un ordenador? ¿O aquellas personas que no han experimentado nunca el olor de un libro antiguo? ¿Qué significa ser analfabeto en el siglo XXI?

martes, 15 de marzo de 2011

Los peligros de una educación alienante

        ¿Qué pasaría si a todos nos metieran en la cabeza la misma información? ¿Qué ocurriría si no se tuvieran en cuenta nuestros propios intereses e inquietudes? ¿Nos fabricarían a todos en serie? Os dejo aquí este vídeo que alerta, precisamente, sobre la necesidad de emplear el juicio crítico y de rebelarnos para poder ser nosotros mismos: personas libres.                

jueves, 10 de marzo de 2011

¿Lo estamos haciendo bien?

          A lo largo de la Historia la humanidad ha experimentado procesos críticos que han transformado radicalmente su visión del mundo, su forma de concebir la realidad y sus expectativas de futuro. Es decir, sus esquemas de pensamiento. El mundo del conocimiento no es ajeno a estos cambios y se ve afectado por dichos fenómenos, avanzando a distintos ritmos según tiempo y espacio. Así pues, el desarrollo humano y la evolución del conocimiento caminan de la mano.

         Sin embargo, las transformaciones a las que hemos asistido en las últimas décadas parecen indicar lo contrario, pues el avance en el mundo de la información y las tecnologías ha sido tal que parece haber dejado atrás a los propios sujetos que las han creado, las personas. ¿Se han desligado, entonces, conocimiento y humanidad? ¿Asistimos al desarrollo de un “conocimiento deshumanizado” en nuestros días? Está claro que actualmente la información tiene un valor cada vez más competitivo. Por encima de su capacidad para favorecer el crecimiento personal, se ha convertido en la “zancadilla” que podemos poner al otro. Acumulamos cursos y masters para conseguir un empleo y guardamos nuestros apuntes de la carrera a buen recaudo e, incluso, hay quien no le ha pasado unos apuntes a un compañero en toda su vida, jamás, como si la información fuese un “privilegio”, algo que yo debo tener y tú no, para ser más competitivo que tú. Además, esta concepción de la información parece ser una paradoja en los tiempos actuales, pues vivimos en la era de las comunicaciones, en el momento en que podemos acceder a la mayor cantidad de información y más fácilmente que en cualquier otro tiempo.

         Llegados a este punto, yo me planteo lo siguiente: ¿esta tendencia se puede considerar una evolución del conocimiento o, por el contrario, es un retroceso? Y la respuesta que demos a esta pregunta, ¿implica a su vez un avance o una involución en el desarrollo de la humanidad? Yo creo que conocimiento y desarrollo humano deben ser siempre dos ejes paralelos que se retroalimentan. El conocimiento no debe olvidar nunca al individuo, no puede dejarlo atrás, y, al mismo tiempo, la humanidad no puede vivir de espaldas al conocimiento. El hecho de que estos dos ejes se hayan separado y sean cada vez más divergentes debería llevarnos a reflexionar sobre el modelo de conocimiento y desarrollo que estamos generando y replantear el papel que queremos que jueguen las personas en todo ello…

miércoles, 9 de marzo de 2011

LA PANACEA

         Hoy en día no concebimos nuestra vida sin las nuevas tecnologías. Cada vez más nos servimos de internet para relacionarnos y para realizar acciones de lo más cotidianas, desde sacar un billete de autobús hasta hacer la compra en un supermercado. Es innegable, por tanto, que las nuevas tecnologías forman parte de nuestra vida, y vivir de espaldas a ellas sería vivir de espaldas a la realidad. El mundo educativo también se ha hecho eco de esta idea y las últimas tendencias recalcan los importantes beneficios que puede tener el uso de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) para la formación de los alumnos, sobre todo en un momento en que los medios no paran de hablar de la crisis del sistema educativo y el fracaso escolar. Desde la propia Administración se está intentando fomentar el uso de las TIC y, muy lentamente, se está equipando a los centros de estas herramientas.

         Pero, ¿están los alumnos preparados para hacer frente a todas las posibilidades que las nuevas tecnologías les ofrecen? Los profesionales de la enseñanza sostienen que el recurso de las TIC no es efectivo, sino todo lo contrario. Si la mayoría de los estudiantes de secundaria no saben enfrentarse a un simple texto, ¿cómo van a ser capaces de afrontar la sobreinformación que les ofrece la red? Si los alumnos no entienden lo que leen, ¿cómo van a tener la capacidad crítica para discriminar los contenidos a los que acceden a través de internet? Los beneficios de las TIC se desvanecen ante esta realidad.

         Hay quien afirma que las nuevas tecnologías permiten que el alumno aprenda jugando y que el docente pueda acercarse al mundo del alumno, adaptarse a su forma de aprender a fin de motivarlo. Pero esto es un contrasentido: se critica la mala formación de los estudiantes, se dice que no saben expresarse y que no tienen cultura pero, detectadas estas carencias, ¡se siguen alimentando! Se les proporcionan ordenadores en clase que hacen que estén distraídos y no atiendan al profesor, se les proponen juegos en lugar de lecturas, se les da la información bien mascadita… Se nos vende la idea de que las nuevas tecnologías van a ser la “llave mágica” que va a solucionar todos los problemas que padece actualmente la educación, una suerte de “panacea universal” que va a ser capaz de despertar el interés de los alumnos, proporcionar una formación de calidad y prepararlos para la vida del siglo XXI pero, ¿no está creando alumnos cada vez más inútiles?

         Si las nuevas tecnologías invaden todos los aspectos de nuestra vida, ¿no es ahora más necesario que nunca inculcar sentido crítico a las nuevas generaciones? Un buen uso de las nuevas tecnologías puede ser muy positivo para los estudiantes y puede ofrecerles grandes posibilidades para su  crecimiento personal, pero, si el acceso a la red no va precedido de una adecuada formación, con un sólido pensamiento crítico, convierte a los alumnos en sujetos manipulables, incapaces de comprender la realidad que les rodea y construir sus propias opiniones.